miércoles, 19 de enero de 2011

"Como humo entre los dedos", tragedia en dos actos: parte 2 [FINAL]


 De nuevo la escena vuelve a estar protagonizada por la misma bañera, el mismo cuerpo y la misma voz hueca. Los dos primeros ocupan únicamente el lado derecho del escenario, recabando toda la atención de los focos, que mantienen oscuro el resto del tablado.

 “Ahora es el momento, sabes lo que tienes que hacer. Te lo has planeado tantas veces que ya no tiene sentido seguir rehuyéndolo. Cualquier motivo es válido para dejarse llevar; cualquier paso en falso, una oportunidad. Tu cuerpo necesita dolor, ¿acaso vas a negárselo?”


 Irrumpe en escena el mismo personaje masculino del primer acto y corre hacia ella, con la clara intención de sacarla del agua. Entonces se apagan los focos que iluminan la acción para encenderse los de la izquierda e iluminar el interior de un coche; otra acción, otro tiempo. El hombre conduce, la protagonista va detrás. Tiene las muñecas vendadas.


“-¿Falta mucho?

(…silencio).

-¿Adónde me llevas?

(…silencio más breve. El conductor se gira hacia atrás para responder).

-A ninguna parte. Te estás muriendo sola.”



 Y de nuevo un juego de focos. El coche queda a media luz, envuelto en un humo de ensoñación. La bañera está ahora iluminada por completo y un reguero escarlata cae desde el dedo índice de una mano que ha surgido del borde como último gesto, como último testigo del fin.

 “Ahora descubres que no todo razonamiento es válido. Él es real, pero se te escurre como la sangre entre tus dedos, como la realidad. Te mueres sola”.


 Caída del telón. No hay aplausos, no hay escenario. Tan sólo una cortina roja cubriendo la bipolaridad feroz de una obra en dos actos. Late en el ambiente, y aparentemente sin que lo perciba nadie, una superposición de antítesis.
Cordura…demencia
Vida… muerte
Realidad… ficción



* * * * * * * * *



 Escribo mientras bebo una mezcla entre manzanilla y té de aroma a vainilla y caramelo. Hoy he tenido un día horrendo, no entraré en detalles. Ahora mismo he llegado al punto en el que todo me parece irreal. Me siento como en una de esas estúpidas películas, una de esas comedias descerebradas al más puro estilo comercial de las sobras de Hollywood. Y ahora mismo los espectadores se están doblando de risa al verme en la cocina limpiando el fondo de mi bolso lleno de coca-cola (la gilipollez que ha colmado mi paciencia).




 Sí, sí, reíros, grandísimos hijos de puta. Y seguid señalándome con vuestros dedos llenos de grasa de palomitas.



Ojalá todo fuera una Dáliva®...


Ojalá todo fuera ficción...


 Ojalá yo también fuera la Muerte, como 
Charlie Asher (“Un negocio muy sucio”).




…Creo que necesito un ibuprofeno para frenar esta cefalea de dos pares de narices y cojones.



#Rachel#

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