lunes, 28 de febrero de 2011

Torpeza emocional


“¡Estate quieta y no toques, que lo rompes!”


 Eso me decía siempre mi madre cuando entrábamos en alguna tienda. Claro, yo era pequeña y por ende, torpe, o eso presumía ella. El caso es que si no lo era entonces, lo terminé siendo.

Cómo imaginar que una frase me dejaría tan marcada. Hoy por hoy me siento como si caminara por una estantería interminable y muy estrecha, llena de piezas de porcelana estratégicamente situadas para que yo pase, les suelte un codazo y... ¡crash!

 He dado traspiés y he destrozado preciosas figuritas de todos los colores, y no soy capaz de salir de este maldito pasillo.

¿Qué será lo próximo que tire al suelo? 




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 A veces te lloro a solas, pienso en ti sin haberte podido pensar jamás. Sueño con la presión de una piel que no existe sobre la mía y me estremezco imaginando lo que no alcanzo a abarcar con tu presencia ausente. 




Y me pregunto


si me habré vuelto loca,
pero te extraño cada día más...

 Me siento sola, y cada vez duelen más las arremetidas de cada promesa vacía, de cada deseo sesgado, de cada orgullo herido.




 Vuelve aunque nunca te hayas ido. 
Que la nada te invente para mi



#Rachel#

jueves, 24 de febrero de 2011

Sangre congelada

 La miró con aquellos ojos tan oscuros que parecían tragar la luz y sonrió. No era una sonrisa amable, en cualquier caso. Era un vestigio de las cenizas de un fuego fatuo, una puerta directa a las escaleras que conducen al infierno. Pero ella no pudo evitar devolverle una sonrisa de cordero.
 Las manos le temblaban sobre el regazo mientras su pulso trastabillaba una vez tras otra, de manera convulsa. Su boca rojiza como la carne abierta en dos dejaba asomar un pedazo de corazón trémulo. Y la sangre manaba hacia un cuello desnudo de piel casi translúcida, cuyas venas perseguían la gravedad hacia sus pequeños senos incandescentes. 
 Y el cielo se partió en dos mitades, y el granizo comenzó a golpear su cuerpo con violencia mientras aquellos ojos… aquellos ojos negros inmisericordes la observaban sin rastro de piedad, sin rastro de compasión. Ella alzó una mano de dedos lánguidos y cerró el puño sobre la nada.
 Y la sangre resbaló sobre el frío y duro silencio de la agonía, testigo mudo de color burdeos. Y él cerró los párpados y se alejó, se alejó con paso firme de su cuerpo vacío, de su pecho desgarrado.  Se alejó con su corazón entre las palmas, dejando tras de sí el cadáver escarchado de aquella a la que llamaban esperanza.


* * * * * * * * *



 Hace sol ahí fuera, pero el invierno no ha dejado de sonreír. No siento ganas de nada en absoluto. Es jueves, toca salir. Espero que a lo largo de la noche mi ánimo mejore. Que la música de dentro y la de fuera se acompasen para no seguir latiendo de esta manera tan arrítmica. La melancolía campa a sus anchas por mi cuerpo. 

 Buscadme donde se queman las nubes. Siempre estoy allí, siempre...



#Rachel# 

martes, 22 de febrero de 2011

Camino de baldosas amarillas

Querer es volar sin alas asi que, ¿me prestas un corazón? Ya puestos a perder, prefiero perderme contigo...

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 El tiempo regala cumplidos que no se puede permitir. Las promesas que uno se hace a sí mismo son pájaros de papel, pájaros que sólo saben planear para luego caer en picado, pájaros ajados. Si al menos encontrase el camino de baldosas amarillas podría dirigirme a Oz y rogarle al mago un poco de piedad. Ojalá tuviera  corazón,aunque fuera uno de pega. Ya no recuerdo lo que es latir.




#Rachel#

sábado, 12 de febrero de 2011

Odio los paraguas


 La lluvia y la muerte ocurren de improvisto. Por mucho que nos esforcemos en pronosticarlas, el tiempo corre y el agua arrecia. Ambas son igual de inoportunas. De repente caen del cielo sin que uno esté del todo preparado. Y sin embargo, es como si nos pasáramos toda la vida esperando esa primera gota que se nos escurre por la frente y nos lame las ideas.
  Nos deleitamos augurando chaparrones y escondiéndonos de las nubes, pero todo el mundo se ha calado hasta los huesos y ha tiritado y sonreído y ha saltado sobre un charco. Porque una vida sin lluvia te reseca la garganta, y la afonía nos impide gritar lo cansados que estamos y las ganas que tenemos, sin embargo, de seguir adelante; de correr hasta que nos sangren las plantas de los pies. Porque donde hay agua hay vida, donde hay vida hay muerte, donde hay muerte hay tiempo… y allí se guardan los momentos en cajas de colores tostados, esperando a que alguien las abra y se empape de recuerdos de esos que, como la lluvia y la muerte, ocurren de improvisto.


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 En Santiago siempre llueve cuando has de coger el autocar, cuando tienes un buen trecho que recorrer a pie o cuando tienes que esperar por alguien en la calle. Y yo tengo un pequeño problema, y es que los paraguas me dan "vergüenza". No sé cómo explicarlo. Me siento ridícula llevando uno. Es una manía extraña (como diría mi abuela, "tonterías de niña pitonga").




 Estos días estoy rabiosa. Odio las bibliotecas, odio la facultad, odio mis apuntes, odio mi pelo, cada día más alborotado e informe...  
 Menos mal que puedo refugiarme en algo...algo firmado por Stephen King y que empieza tal que así:

 "El hombre de negro huía a través del desierto y el pistolero iba en pos de él"




#Rachel#