miércoles, 28 de diciembre de 2011

Sed



 La lluvia caía a borbotones sobre su piel. La humedad reblandecía sus labios cuarteados, que se abrían, dejando que las gotas refrescaran su sed; su lengua, tan cálida. Tan cálida, tan frágil, tan suave… El cielo se derramaba sobre su cuerpo y ella lo recibía en sí. Era tan natural como respirar, como un parpadeo … Natural, pero brutalmente cruel, como una caricia. Porque sí, la suavidad existe para ser acariciada, pero el tiempo termina pervirtiendo hasta lo más puro y limpio. Y ninguna caricia dura eternamente. Ni ningún beso. Ni ningún trago.



 Y cuando paró de llover sus labios volvieron a cuartearse y la sed regresó con más fuerza…