martes, 18 de enero de 2011

"Como humo entre los dedos", tragedia en dos actos: parte 1




En el escenario, una bañera. Sumergido en la bañera, un cuerpo de mujer, y sumergida en el cuerpo, un alma de espesura atroz. Se escucha de fondo una voz suave pero rasgada, como el eco de un caramelo haciéndose añicos contra el suelo:


“La fluidez de una mente puede compararse con la de una máquina de escribir. Cuando todavía está nueva las letras saltan al papel con rapidez y decisión. Pero con el uso y el paso del tiempo, se va oxidando hasta que llega un momento en que una o varias teclas se quedan atascadas, encasquilladas. Y eso es precisamente lo que me ocurrió a mí. Porque los pensamientos también se encasquillan. Y algunos pueden llegar a atragantarte la razón y nublarte la cordura... o al revés. Cualquier razonamiento es válido cuando tu cuerpo destila sangre a chorros”. 

 Cae el telón de fondo, tapando la escena y mostrando al mismo personaje en una habitación bien iluminada. Una cama y un escritorio con máquina de escribir como único “atrezzo”.

“Más de una vez has sentido deseos de rendirte, más de una. Y aun así sigues adelante. Aporreas tu máquina de escribir, la exprimes para intentar plasmar lo que te ocurre. Pero, ¿cómo vas a hacerlo? ¿Cómo podrías explicarlo si la realidad se te escurre como humo entre los dedos? Buscas a ciegas en el cuarto oscuro de tu imaginación una luz, una voz, una mano que te ayude a escapar”.

 Los focos giran hacia el otro lado del escenario, donde, envuelta en un humo onírico que pretende simular los pensamientos de la protagonista, aparece la figura distorsionada de un personaje masculino de facciones apolíneas.

“¡Ahí está! Puedes verlo, puedes escucharlo, es real… pero no como tú. Tú estás sola, vacía por dentro. Sola porque tu cordura se la ha llevado el eco de sus pasos. Vacía porque la esperanza se ha evaporado de ti. Sola y vacía...con tu máquina de escribir”.

Caída del telón principal y aplausos. El público se levanta para el descanso mientras una música etérea inunda el teatro. Una voz neutra les advierte de que deben regresar a sus asientos antes del final del receso para no perderse el segundo y último acto.



* * * * * * * * *


¿Cuántos cigarrillos fumas al día?”


Pues no lo sé, ni quiero saberlo… En este tipo de épocas de estrés, está permitido el uso del numeral indefinido “demasiado” para cualquier estimación…

¿Cuántas fotocopias te faltan por coger? Demasiadas…
¿Cuántos días te faltan para terminar los exámenes? Demasiados…
¿Cuántos trabajos te quedan por entregar? Demasiados…


¿Que cuántos cigarrillos fumo al día? 
¡Joder, pues demasiados! 


Aunque ni siquiera eso me sosiega del todo.


 Al menos puedo relajarme en mi alcoba con mi segunda novela de Christopher Moore “Un trabajo muy sucio”. Leer es un vicio sano, aunque creo que debería empezar a estudiar, pero claro…

¿Cuántos días quedan para que terminen las clases? ¡Demasiados!





#Rachel#

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