sábado, 25 de diciembre de 2010

La niña de la coraza metálica

De vez en cuando me gusta bajar hasta el abismo de la Nada. Es un hueco muy profundo en el espacio-tiempo. Creo que tiene fondo pero no estoy muy segura. En alguna ocasión me ha parecido tocarlo; otras veces, me canso de bajar más y más y lo único que consigo es arañar el vacío.
 En una de esas veces que logré pisar el suelo, a años luz de la claridad, me encontré con una niña de voz rota que se había quedado atrapada dentro de una membrana de metal. Llevaba mucho tiempo allí abajo, perdida entre las sombras, y no tenía intención de volver a subir a la superficie. Su pecho estaba revestido con aquella película de acero rígido y su corazón se había quedado enredado en una fina red de lazos de hielo.
 <<Al principio duele -me dijo- pero el frío termina por entumecer las emociones>>.
No la he vuelto a ver desde entonces, aunque he estado descendiendo al abismo con mucha frecuencia, esperando poder hablar con ella de nuevo.
A veces me descubro mirándome al espejo y abrazándome a mi misma sin rozarme las costillas con los brazos, como si yo también vistiera una coraza metálica.

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